Diario de un apátrida

"Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar".

Archivo de rebaño

Los españoles son felices

Querido diario:

Una de las noticias que más me ha llamado la atención este verano es el resultado de un estudio según el cual los españoles son los europeos más felices.

La razón es obvia: las claves para la felicidad son la ignorancia (o el no conocer nada más que a lo que se está acostumbrado, que obviamente pasa a convertirse en lo mejor) y la falta de aspiraciones (da igual que la democracia derive a dictadura o la economía se hunda mientras haya futbol y me quede dinerillo para las cañas del domingo con los amiguetes), y de ambas la mayoría de los españoles van sobrados. De ahí que sean los más felices de Europa.

Aunque, querido diario, también tengo otra teoría menos hiriente (o más, depende del cristal con el que el lector lo lea). Mis padres me han dicho siempre desde que era pequeño (y aun lo repiten de vez en cuando, aunque no les hago ni caso) que de puertas hacia fuera de casa sólo debemos mostrar a los demás que nos va de maravilla, aunque de puertas hacia dentro nos estuviéramos muriendo de hambre. La razón se basaba en lo que mi estimado Sánchez Dragó califica como dos de las características principales de los españoles: el cainismo y la envidia. Si a eso le sumamos el paletismo y el pueblerinismo peluquero, el resultado es obvio: es necesario demostrar que a uno le va bien aunque no sea así para despertar la envidia del chismoso vecindario y evitar que su cainismo nos acabe hundiendo. Y si alguien se atreve que me diga que esto es mentira…

Sin embargo no descarto que se trate de una mezcla de ambas.

P.D. No tiene desperdicio que además, dentro de España, Barcelona sea la ciudad “más feliz”.

Los españoles y el tenis

Querido diario:

Este fin de semana he vuelto por España. Tenía un compromiso ineludible y además quería asistir a la final del Open de tenis en Madrid. La suerte quiso que en dicha final se enfrentaran Rafael Nadal y Roger Federer, números uno y dos del ranking mundial de mejores tenistas. Llegué el domingo a la Caja Mágica esperando disfrutar de una gran tarde de tensión y buen tenis.

Pero no fue así. Y no sólo porque Nadal estuviera bajo mínimos y Federer lo barriera (literalmente) en una hora y media. No fue así porque mientras estaba disfrutando en directo de la final del Masters 1000 de tenis el público insistía en recordarme una y otra vez que estaba en España.

Debe ser que los españoles, cuando asisten a un partido de tenis se creen que están en un campo de fútbol, dónde todo, absolutamente todo está permitido, entre otras cosas los berridos, rebuznos y ladridos. Los españoles desconocen que en el tenis el silencio es fundamental y los tenistas necesitan concentración absoluta. De hecho, muchos de los berridos que supuestamente debían animar a Nadal lo único que hacían era desconcentrarle.

Según fuentes de la organización la propia ATP se quejó del comportamiento del público (¿rebaño?) español durante el partido. De vergüenza…